Capellán Grimaldus, Héroe de Helsreach PDF Imprimir E-Mail
Escrito por AGRAMAR   
lunes, 01 de febrero de 2010

  

El capellán Grimaldus, veterano de una gran cantidad de exitosas cruzadas, fue promocionado de hermano de armas a conocedor de los misterios de Reclusiam tras la Batalla del Fuego y de la Sangre. Su fe en el Emperador y su devoción por Él eran tan grandes que los capellanes vieron en el joven Grimaldus un futuro sacerdote guerrero de gran poder. Tomó sus votos a bordo del Cruzado Eterno y ante la espada rota de Dogal Dorn. Grimaldus muestra un celo tan grande al liderar a los Templarios negros a la batalla que ha sufrido graves heridas ante las que su fe en el Emperador no le ha dejado sucumbir. Tras un siglo de leal servicio a Grimaldus se le otorgó el puesto de reclusiarca y acompañó al Gran Mariscal Helbrecht a un Armageddon sumido en la peor de las guerras.

A Armageddon se enviaron tres cruzadas de Templarios Negros que, a las órdenes de Helbrecht, desplegaron en las zonas en las que las batallas eran más cruentas. Helbrecht ordenó a Grimaldus que liderara una de estas cruzadas hasta la colmena Helsreach, asediada por miles de Orkos que se arremolinaban en torno a la colmena tras salir de los centenares de sumergibles lanzados desde las heladas tierras Baldías del Sur. Uno de los mayores focos de resistencia se encontraba en el Templo de la Ascensión del Emperador, una vasta basílica que fue construida en los primeros días de la colonización del planeta. Una gran horda de Orkos atacaba el templo y, durante casi dos meses los defensores consiguieron mantener a los Orkos a raya aunque, finalmente, consiguieron entrar y saquear el templo y destrozaron gran cantidad de reliquias sagradas de incalculable valor. La milicia de la colmena y la Guardia Imperial huyeron pero los Templarios Negros se mantuvieron firmes y fue aquí donde se escuchó por primera vez la famosa frase de Grimaldus: “¡En este lugar he cavado mi tumba, conseguiré triunfar o será aquí donde muera!”.

Su heroísmo reforzó el valor de los defensores que huían, que se dieron la vuelta y se enfrentaron a los Orkos. La batalla se convirtió en un baño de sangre que tenía lugar en la nave central de la basílica y que no finalizó hasta que el edificio se colapsó y quedó convertido en ruinas. Se temía que todos hubieran perecido, pero, un día después de la sangre, el Capellán Grimaldus salió arrastrándose de entre las ruinas con las ultimas reliquias del templo en sus manos y jurando y perjurando que todos recordarían por siempre las vidas que allí se habían perdido. Los apotecarios que curaron las heridas de Grimaldus dijeron que era un milagro que hubiera sobrevivido a ellas y no podían entender cómo había tenido fuerzas para salir de las ruinas de la basílica. Antes del inicio de la estación de fuego, Grimaldus fue honrado con el título de Héroe de Helsreach, el mayor de los honores que los habitantes de este lugar le podían hacer.

  

 

Gracias a rotsenhoff por sacarlo del Codex Templarios Negros.

 
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