La Limpieza de Ariggata PDF Imprimir E-Mail
Escrito por AGRAMAR   
lunes, 12 de octubre de 2009

Durante los vertiginosos días de la Gran Cruzada, los límites del reino del Emperador eran ampliados constantemente por sus primarcas. Eran muchos los mundos que daban la bienvenida a los ejércitos del Emperador, mientras que otros se resistían inútilmente. Ariggata era un planeta muy avanzado tecnológicamente que había sido aislado del Imperio durante muchos siglos y, cuando llegaron enviados imperiales avisando del inminente retorno del Emperador, fueron ejecutados como muestra de que querían mantener su independencia. El poder militar de Ariggata era formidable, por lo que se dio a tres legiones la orden de pacificar dicho mundo: a los Lobos Lunares, a los Ultramarines y a los Devoradores de Mundos. El Señor de la Guerra Horus estaba al mando de toda esta fuerza y, bajo su comandancia magistral los ejércitos de Ariggata fueron rápidamente subyugados hasta que solo quedó la Ciudadela de Basalto en manos enemigas.



Las fuerzas imperiales pusieron la ciudadela bajo asedio, pero la pacificación estaba durando demasiado para el gusto de Horus; quería acabar cuanto antes para obtener más gloria en otras batallas. Para acabar lo antes posible con el asedio, bombardeó los muros de la ciudadela desde la órbita y ordenó a Angron y a los Devoradores de Mundos que asaltasen las brechas que habían sido abiertas en los muros y que acabasen con los líderes enemigos. Los muros de la ciudadela habían sido construidos durante la Edad Oscura de la Tecnología y, a pesar de haber sufrido un bombardeo orbital durante toda una semana, solo se había conseguido abrir una brecha en ellos. Roboute Guilliman aconsejó tener precaución, pero ni Horus ni Angron estaban dispuestos a esperar. Angron lanzó a sus Devoradores de Mundos contra las paredes de la Ciudadela de Basalto mientras una tormenta de ráfagas láser y proyectiles causaban enormes bajas entre sus filas. Pero los Devoradores de Mundos no se dejaron intimidar y acabaron alcanzando la brecha a través de una rampa de cadáveres de su propia legión, Una vez dentro de la fortaleza, los Marines Espaciales, enloquecidos por la batalla, acabaron con todos aquellos que se ponían al alcance de sus espadas sierra. Durante un día y una noche no se oyeron mas que los alaridos de las víctimas en los antiguos salones y, cuando por fin Angron ordenó abandonar el lugar a sus tropas, en el interior de la ciudadela no quedaba ni un alma con vida.


Cuando los Ultramarines entraron en la ciudadela para asegurar el lugar, se quedaron horrorizados con lo que allí descubrieron. Las cámaras y bóvedas de la ciudadela parecían el matadero de un profesor chiflado. Los cuerpos desmembrados estaban esparcidos por doquier y el olor de la muerte era tan denso que parecía poder tocarse. No habían perdonado la vida a nadie, todo ser vivo había perecido bajo la furia de los Devoradores de Mundos. Cuando los atónitos Ultramarines abandonaron la ciudadela, los Devoradores de Mundos y los Lobos Lunares ya habían dejado el planeta, mientras que los Ultramarines deberían permanecer en Ariggata hasta que llegase la Guardia Imperial. Antes que Guilliman pudiera explicar a sus hermanos primarcas la masacre que había acontecido en Ariggata, la Herejía estalló, momento en el que Horus y Angron rompieron sus votos de lealtad hacia el Emperador, y los miedos de Guilliman se hicieron realidad.



 
< Anterior   Siguiente >
La Biblioteca Negra 2007 © Aviso Legal