Los Escribas Azules, P'tarix y Xirat'p
Escrito por AGRAMAR   
domingo, 24 de enero de 2010

  

Hubo un tiempo en que Tzeentch fue el gobernador supremo de todos los dioses del Caos, con unos poderes muy superiores a los de sus hermanos (o eso afirman sus seguidores). Movidos por su envidia y arrogancia, los otros dioses aparcaron las diferencias y unieron sus fuerzas para derrocar al Gran Hechicero. El universo entero quedó devastado por el cataclísmico conflicto que tuvo lugar. Durante la batalla final, temiendo que los ejércitos combinados de los otros tres Poderes del Caos acabaran derrotándole y cogieran su báculo de cristal, símbolo de su dominio y un poderoso artefacto de poder, Tzeentch optó por una táctica mucho más cautelosa. El Gran Conspirador cedió, y rompió su báculo de cristal como muestra de su rendición. Con una gran explosión mágica, el báculo se rompió en infinitas esquirlas que salieron volando hacia todos los confines del espacio y del tiempo, irremediablemente perdidas. De esta forma Tzeentch se aseguró de que nadie pudiera llegar a acumular tanto poder como él había conseguido. Y este fue el nacimiento de la magia. Cada fragmento del báculo tomó la forma de un hechizo distinto, un diminuto fragmento de su control total sobre la transformación. Estos se multiplicaron rápidamente en las mentes mortales, propagándose por la eternidad. 

Tras su derrota, Tzeentch creó a sus Escribas Azules, P'tarix y Xirat'p, que tenían la forma de dos horrores azules. Les ordenó que viajaran por las numerosas dimensiones de la realidad para encontrar y recuperar todos los hechizos conocidos, recuperando finalmente hasta el último fragmento de su báculo. Tzeentch proporcionó a sus Escribas uno de sus discos voladores, tanto por la velocidad como para poder acarrear la gran cantidad de pergaminos y tinta que necesitaban para cumplir su misión.

No es por casualidad que Tzeentch eligiear dos simples horrores azules para esta importante misión. El Gran Conspirador, como siempre, era cauteloso respecto a lo que un señor de la transformación u otro demonio pudera hacer si alguna vez llegaba a conseguir ese poder. Así pues, limitó la inteligencia de los escribas: P'tarix puede transcribir las silabas mágicas de cualquier hechizo a un pergamino, pero no puede leerlas. Xirat'p puede leer los garabatos de su hermano, pero no puede entenderlos. Gracias a esta limitación y al hecho de estar constantemente enfrentados entre ellos como todos los horrores azules, P'tarix y Xirat'p jamás representarían un problema para su amo.

Desde entonces los Escribas Azules han aparecido en los rincones más remotos de la galaxia buscando grimorios perdidos para copiarlos y hábiles hechiceros para interrogarlos. Sus peregrinaciones muchas veces los conducen a campos de batalla tanto en la disformidad como en el espacio real, donde los dos invariablemente acaban luchando con el bando que Tzeentch desea que gane mientras catalogan todos los hechizos utilizados en el conflicto por ambos bandos. Los dos lanzan desvastadores ataques mágicos sobre el enemigo que leen de la colección de pergaminos y grimorios que han recogido durante el cumplimiento de su misión, a la vez que discuten constantemente sobre el hechizo que utilizarán a continuación.

Realmente, los Escribas Azules jamás podrán completar su misión, pues la magia se ha multiplicado al servicio de los mortales. Esto ya les está bien a Xirat'p y P'tarix, y a la propia existencia. Si algún día los Escribas Azules llegaran a completar su misión, Tzeentch los devoraría para volver a juntar todos los fragmentos de su báculo en su ser y absorver el poder adicional obtenido a lo largo de todo este tiempo. Es muy improbable que ninguna criatura, mortal o demoníaca, lograra sobrevivir a este proceso de renovación...

 

Sacado del Codex de Demonios de 5ª de W40k y fantasy por Circu de la Colmena.